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Que se pare el tiempo...

A punto de que mi hija cumpla el año me deja helada como ha pasado el tiempo. A veces incluso me asusta. Me asusta perderme algo de ella. Ver como cada día aprende algo, a lo mejor es una sílaba nueva, un nuevo gesto, un movimiento con la mano que antes no hacía… Todo eso me emociona, lo celebro y le aplaudo sus logros. Aplaudo como crece y aprende cada día por si misma.
Seguro que no soy la única mamá que pide a gritos que se pare el tiempo. Que mi bebé no crezca tan rápido. Que no llegue el día en el que suelte mis manos para andar. Que deje de necesitarme tanto y que me convierta en una espectadora de su vida que intenta enseñarle y educarle de la mejor manera.


A veces veo fotos y vídeos suyos de pocos días y me parece increíble como ha crecido. Como ha cambiado. Y si no es con esas imágenes me cuesta recordar como era cuando no llegaba ni a su primer mes. ¿Soy a la única que le pasa? Veo a bebés de unos pocos días y la miro pensando “y mi bebé, ¿dónde está?”. Vale, sí, sigue siendo un bebé, pero no tanto. Me parece que haya pasado una eternidad.


Seguro que muchos me dirían mil y una cosa si les dijera que mi hija sigue durmiendo la siesta sobre mí o sobre su padre, que por la noche se queda dormida sobre nosotros muchas veces o que la acuno mientras se relaja viendo estrellitas en el techo, que además ni tengo pensado aún sacarla de mi habitación, lo sé, hay gente en contra de todo esto, pero es mi hija, mi bebé que crece tan rápido y que un segundo con ella parece un minuto. Que voy a disfrutar de ella todo lo que pueda. Que a mi no me molesta y no creo que esto sea malcriarla, porque lo único que hago es darle amor, todo mi amor.

Sólo queda pedir que el tiempo vaya un poco más despacio... por favor.

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